La cata

He dicho alguna vez que me gusta el vino? pues sí me gusta el vino. El vino que me gusta, claro.
Llevo mucho tiempo pensando en hacer una cata de vinos, no por nada porque yo me apaño muy bien probando vinos y decidiendo si me gustan o no, pero siempre me ha llamado la atención, no se, como que podía perderme algo y aprender con ello a disfrutar aun más.

Este verano una amiga me comentó que en una fiesta le había tocado una cata de vinos, a ella, que parece que nunca le toca nada. Ahí se quedó la cosa.
Hace un par de semanas me lo recordó y me pidió que la acompañase porque la cata era para dos personas. Tenemos una relación un tanto especial, si ella me da algo hace como que no es dado y yo hago como que no me importa. Si la que doy soy yo hago como que no se lo doy y ella hace como que lo compra. Nosotras nos entendemos.
Le contesté que sí, que si necesitaba alguien para acompañarla (sin darle importancia), yo iba a hacerlo encantada.

Fue el lunes a las 19:00, tuvo el acierto de llamarme 3/4 de hora antes porque soy un poco desastre y lo había olvidado. todavía estaba en el curro a 20km de Madrid. Cerré el ordenador y salí pitando. Llegué puntual, ella llevaba un rato esperando.

Entramos y me pidió la camiseta que debíamos llevar. Me comentaron que las de chicas sólo eran de tirantes y yo pedí una de chico de la talla pequeña. Nos cambiamos en el baño y nos preparamos para comenzar (entre medias un cigarrito y un par de llamadas de trabajo).

(Como pedí la camiseta de chico, me tocó el gato, no la gata, puf.)

Disfrutamos mucho, el sumiller era un hombre muy agradable que trasmitía lo que su trabajo le gustaba. La carta era de vinos de Madrid. Yo descubrí los vinos de Madrid hace algunos años y he de decir que existen algunos muy interesantes.

Probamos cinco vinos distintos. Nos explicó como desgustar un vino: fase visual, olfativa y degustativa.
La fase visual la entendimos y no se nos dió mal. En la olfativa nos partíamos de la risa porque todos los olores que ese hombre sacaban nos parecía que salían de su imaginación. No, no estabamos acatarradas. Aquí suspendimos.
En la fase desgustativa sacamos algo más de la clase, pero lo que teníamos claro al final era cual nos gustaba y cual no tanto.

Nos quedamos un rato terminando la copa del vino que más nos había gustado, un par de llamadas más de curro y nos marchamos.

Fue una experiencia y algo más aprendimos. No mucho porque en hora y media una llega hasta donde llega, pero a nosotras nos sirvió para acercarnos un poco más la una a la otra y para agradecernos de forma gratuíta (esta vez sí) el haberme invitado y el haberla acompañado.

Si es que lo que el vino no ablande...

Un pasito más, un poquito más cerca, un recuperar más de estos años, un confío un poquillo más.

Gracias por compartirlo conmigo P.